Nada se sostiene sin ti
Ya no hay fuerza en las horas,
el viento dobla las esquinas sin rumbo,
y la lluvia cae, pero no limpia,
solo empaña las miradas perdidas.
Las estrellas se esconden tras un cielo pálido,
como si supieran que su brillo
no tiene testigos dignos sin tus ojos.
Los días se amontonan, grises,
y las flores del jardín se cansan de esperar.
La música suena, pero no baila,
las palabras sobreviven, pero no dialogan,
y en las paredes, los cuadros cuelgan como sueños rotos,
testigos de lo que fuimos y no supimos retener.
La luna, antes cómplice,
ahora flota muda en un océano ajeno,
como si también ella te buscara
y no encontrara ni tu sombra en el espejo.
Nada se sostiene,
ni la esperanza, ni el café de la mañana,
ni la promesa de volver a ser quienes éramos.
Sin ti, el asombro es una mentira antigua,
una chispa que muere antes de nacer.
Y yo aquí,
deshilando los días,
persiguiendo tu recuerdo en cada esquina,
como quien trata de atrapar
la última gota de un río que ya se ha ido.
