En las sombras del rencor,
se oculta la amarga esencia,
nadas gana con odiar,
siendo tuya la penitencia.
El odio, cual fuego ardiente,
quema al alma en su presencia,
devora la paz silente,
y alimenta la demencia.
En los ojos de quien odia,
brilla una triste sentencia,
una cadena que agobia,
y roba toda inocencia.
El corazón se marchita,
bajo el peso de la ausencia,
de amor que calma y suscita,
esperanza en su cadencia.
Nadas gana con odiar,
siendo tuya la penitencia,
libérate y al amar,
hallarás la trascendencia.