Mujeres de fuego y lucha
Hubo un tiempo de sombras y miedos,
donde la voz de la mujer era eco,
donde sus manos forjaban el mundo,
pero su nombre quedaba en silencio.
En fábricas grises, en noches de hastío,
hilaban justicia, tejían su abrigo,
con llamas ardientes, con pasos de acero,
alzaron su grito contra el desvelo.
Clara y Rosa, bandera en el viento,
sueños de antaño que hoy son cimiento,
marcharon las manos, las almas, los cuerpos,
pidiendo derechos, rompiendo silencios.
Querían justicia, salario, respeto,
ser dueñas del tiempo, de su propio aliento,
igualdad en la escuela, en casa, en el ruedo,
sin miedo a la calle, sin miedo al encierro.
Un ocho de marzo quedó en la memoria,
con sangre y cenizas, con lucha y con gloria,
y el mundo entendió que el cambio era urgente,
que libres y fuertes debían ser siempre.
Pero la lucha aún no termina,
quedan barreras, queda la espina,
de brechas y muros que alzan los días,
de voces calladas, de injustas heridas.
Hoy sigue la marcha, no acaba el camino,
queda mucho aún en este destino,
pero en cada paso, en cada victoria,
vive la historia de aquellas que ahora
