Soy la grieta en la piedra,
el pulso dormido en la sombra,
un eco que arrastra su nombre
por túneles rotos de luz.
Soy el ojo que mira la noche
con hambre de luna y ceniza,
el filo que hiende la hora
donde el tiempo jamás se detuvo.
Si lluevo, deshago el camino.
Si callo, me vuelvo cuchillo.
Si nombro, renazco en el fuego
como un canto de huesos y sal.
Pero nada me toca, me habita,
soy sólo un reflejo perdido,
un hilo de ausencia que danza
en la boca cerrada del mar.