En tablas de arcilla te hallé dormido,
susurro de siglos, latido en la brisa,
un canto de fuego, de amor encendido,
un rastro indeleble que el tiempo no pisa.
Mujer que en la noche tejió su anhelo,
con hilos de luna bordó su deseo,
y en labios de un rey derramó su cielo,
volcando en su nombre pasión y trofeo.
Aún arde tu verbo, aún danza la estrella,
en versos que vuelan sin peso ni olvido,
pues nunca se apaga la voz más bella
si canta al amor con destino tejido.