En la brisa susurra un sueño blanco,
un cielo caído entre ramas quietas,
cerezos que lloran su piel de nieve,
latidos suaves de primavera incierta.
El viento danza con seda desnuda,
hojas que tiemblan en ríos de aire,
susurros leves, cristales de luna,
un eco eterno de fragancias suaves.
Racimos pálidos, perlas del alba,
despiertan mundos en un instante,
sonríen fugaces, como las almas
que se deshacen en polvo brillante.
Bajo su sombra, el tiempo se calla,
la tierra se viste de pétalos muertos,
y en su caída hay un canto eterno,
la belleza breve de lo que dejamos.
Un mar de flores, espuma de vida,
que rompe olas en costas de ausencia.
Cerezo en flor, tu muerte me guía,
a amar lo efímero con reverencia.