En la quietud sombría que cubre el horizonte
se escucha de mi pluma un tenue suspirar.
Mi alma se desvela cual lágrima en la noche,
y el verso se convierte en mi único hogar.
Tus páginas guardaron la sal de mis heridas,
los ecos de un pasado que nunca regresó.
El tiempo, en su balanza, dictó tantas partidas,
que el corazón se quiebra mas nunca lo olvidó.
Oh, libro de penumbras, refugio de mi canto,
en ti navega el río que forma mi dolor.
Tus líneas me sostienen al borde del quebranto,
y el verbo me acaricia cual tímido fulgor.
La luna, en su silencio, derrama su lamento,
su luz acariciante me invita a meditar.
Y tú, fiel compañero, testigo del tormento,
atesoras las sombras que ansío liberar.
Eres faro encendido que alumbra mi agonía,
mi cuaderno de lágrimas, de versos y de amor.
Sin ti, ¿qué sería del alma en su poesía,
si no hallarás tus hojas la calma de su ardor?