En la bruma de la memoria,
despierta el eco de mi piel,
susurros de un tiempo fiel
que se desvanece en la historia.
Mis manos recuerdan el tacto
de sueños tejidos en calma,
y en el silencio mi alma
se aferra al hilo del pacto.
Fui viento sobre la arena,
fui río en el cauce eterno,
y en el fulgor del invierno
se encendió mi voz serena.
Hoy soy ceniza y estrella,
fragmentos de un mismo canto,
y en mi pecho un quebranto
que al universo revela.
En esta danza infinita,
mi esencia se vuelve viento,
un suspiro en el intento
de ser luz que resucita.