Instantáneas del Paraíso
Al cabo de los años, con noble reverencia,
descubro que la vida se viste de fulgor.
La luz en la arboleda derrama su presencia,
tejida en filigranas de mágico esplendor.
La brisa, en su caricia de danza sigilosa,
despierta en los ramajes susurros de cristal.
Y el río, que murmura su música armoniosa,
escribe en sus espumas un himno inmortal.
No pasa un solo día sin que la luz divina
nos muestre su reflejo de efímero fulgor.
En gotas de rocío que el alba cristalina
derrama sobre el campo cual perlas de color.
La flor abre su cáliz con tímida dulzura,
los astros en la sombra titilan sin cesar.
Y el hombre, entre sus penas, olvida que la altura
le brinda cada noche su senda de soñar.
No es fábula ni engaño, es pura certidumbre:
la dicha se disfraza de un gesto recurrente.
Y al cabo de los años, mi alma en su costumbre,
descubre en cada día un paraíso ardiente.
