Vivir bajo su influjo es hallar lo imposible,
un destello en la sombra, un eco sin final,
es seguir el susurro de lo inasible,
lo que escapa a los límites de lo terrenal.
La poesía es el puente entre mundos distantes,
el hilo que conecta lo eterno y lo fugaz,
su voz traspasa siglos, paisajes, instantes,
y en su esencia se encuentra lo inmenso y lo tenaz.
Es del orden sublime, del reino del asombro,
un faro entre la niebla que nunca se desvela,
la maravilla pura que el alma torna hombro,
para cargar un sueño que nunca se congela.
Así, quien busca en ella lo mágico y lo eterno,
descubre que su influjo es milagro sempiterno.