Vivir bajo la influencia de la poesía
es un acto de fe en lo invisible,
un anhelo que brota desde el alma
hacia lo que nunca se agota ni se toca.
Es un buscar constante, una sed infinita,
la huella de lo mágico en lo cotidiano,
el eco de una voz que cruza siglos,
dibujando en el aire lo eterno y lo efímero.
La poesía, esa maravilla intangible,
nos lanza al abismo de los versos,
donde cuarenta mil kilómetros se hacen un suspiro
y cuatro siglos laten en un instante.
Es el arte de escuchar más allá de lo dicho,
de mirar lo simple con ojos nuevos,
porque en cada palabra que el poema traza,
se revela el milagro de ser humanos.