La luna sube en el cielo
con su cara de cuchillo,
rasga el lomo de la noche,
clava el aire en su suspiro.
Las guitarras se desmayan
bajo un sauce desvaído,
y el viento lame la tierra
con su hocico de ladrido.
Corre un caballo sin dueño,
negro, bruñido y maldito,
lleva en sus ojos la sombra
de un gitano sin alivio.
¡Ay del pecho que suspira!
¡Ay del puñal escondido!
Que la luna viene hambrienta
con su diente de rocío.