Los reinos dormidos
Herederos de polvo y de viento,
habitamos los reinos dormidos,
donde el alba es un gesto cansado
y la lluvia un susurro de siglos.
Somos huellas de antiguos espejos,
manos frías que buscan un signo
en la sombra de patios vacíos
donde el tiempo tejió su destino.
La memoria se arrastra en las piedras,
se desliza en los muros heridos,
y en los ojos de calles desiertas
van los sueños perdiendo su filo.
¿Qué nos queda de aquellos jardines,
del murmullo de fuentes y lirios,
de las cartas que nunca enviamos,
de los nombres que ya no decimos?
Solo el eco de un reino olvidado,
una casa sin voz ni latido,
un suspiro que cruza la tarde
y se pierde, de nuevo, en el río.
