Revísteme, Señor, con tu luz soberana,
que mi alma se eleve cual llama al infinito.
Tu Espíritu divino, refugio bendito,
me guarda en el fulgor de su gracia temprana.
Que el don de la sabiduría mi senda ilumine,
y el entendimiento mi mente ennoblezca.
Fortalece mi ser con fe que prevalezca,
y el consejo prudente mi corazón afine.
Oh Espíritu Santo, mi guía, mi fuego,
en tu paz yo descanso, en tu amor yo espero.
Que el temor reverente me abrace sincero,
y tus dones sublimes me eleven hasta el cielo.