A todos los que fallaron,
les cerré mi corazón,
pensando que el tiempo eterno
curaría mi razón.
Creí que todo volvía,
que el amor se reinventaba,
y olvidé que la partida
a veces nunca acaba.
Lo escribo en versos suaves,
para no gritarlo al viento,
que aunque el rimo no consuele,
es espejo del tormento.
A cuantos que me fallaron
les negué mi compañía,
sin saber que en su ausencia
mi alma se consumiría.
¿Y si el tiempo no bastaba
para el rencor sanar?
Tal vez a quien yo cerré
no quiso tanto fallar.
Y entre versos y sombras,
mi lección fui comprendiendo:
el perdón no es para otros,
es alivio que vas tejiendo.