Era trigueña de ojos esmealdas
Aquella mujer que tanto quería
La que friamente me dió la espalda
Convirtiendo en noche mi día
Por su amor suspiré desquiciado
Desbordado en rabia y agonía
Desatando mi instinto malvado
Por aquella que no me quería
Le cante los mejores versos de mi alma
En su ventana cuando la noche moría
Buscaba mi corazón la dulce calma
Cuando llegaron los claros del día
Cuando mi canto llevábase el ruido del río
Y como una flecha voló hacia la nada
Me quedé dormido en el patio vacío
Masticando lágrimas en mi boca salada.
Busque la luz de su mirada esmeralda
Como el ahogado busca el asidero
Busqué en vano el brillo de la guirnalda
En la falsa ilusión de escuchar un "Te quiero’.
Hoy me embarga la nostalgia de piel y de voz
De aquellos ojos que envidian los luceros
Y no es un hasta luego sino un cruel adiós
A las aspiraciones de un corazón arrabalero.
Hoy dedico mi postrer serenta
A aquella mujer que no me quería
La que con su desamor me arrebata
La dulce esperanza que en mi pecho crecía.