La herida que abriste no deja de arder,
profunda y callada, se aferra a mi pecho.
En noches de luna renace su acecho,
y todo mi ser se condena a perder.
Un eco silente se torna a volver,
en cada latido sostiene su trecho.
La herida que abriste no deja de arder,
profunda y callada, se aferra a mi pecho.
Mas dentro del filo, comienza a nacer
la luz que despacio se alza en su lecho.
Aunque el sufrimiento me arrastre en su trecho,
renazco en la sombra y vuelvo a creer:
la herida que abriste no deja de arder.