Poeta de la calle, bohemio de las noches,
con versos de taberna, guitarra y mil reproches.
Tejiendo entre botellas historias del desvelo,
el humo de sus rimas se pierde por el cielo.
Con traje de fracaso y alma de pirata,
en cada despedida su voz se desbarata.
Con lápiz afilado desangra la alegría,
su canto es un refugio de amarga melodía.
Sus letras son espejos de amores que se han ido,
de sueños malgastados, de un cielo envejecido.
Las putas, los poetas, los bares, los olvidos,
habitan sus estrofas con labios malheridos.
Princesas de suburbio, promesas sin futuros,
callejas de Madrid y amores inseguros.
Sabina, malabar de un verbo sin cadenas,
escribe con sus penas canciones muy ajenas.
Maestro del descaro, del whisky y la tormenta,
sus versos son puñales que el alma los enfrenta.
Y en cada madrugada que rompe sus senderos,
se encuentra en sus canciones a tantos caballeros.
Así va su poema, su vida y su equipaje,
Joaquín, eterno mago del sabio y cruel lenguaje.