Inocente aventura
Fueron tiempos dorados de inocente aventura,
latidos apresurados en la piel tan pura,
miradas furtivas que, llenas de dulzura,
dibujaban promesas en cada ternura.
Las manos temblorosas, buscando senderos,
rozaban los sueños con anhelos sinceros,
y en la risa escondida de instantes primeros,
se quedaban los ecos de besos viajeros.
Cada roce furtivo era un mundo nuevo,
un suspiro robado, un secreto en el cielo,
y entre susurros tímidos de un amor en desvelo,
nació la certeza de un lazo tan bello.
Hoy persiste el recuerdo en latidos callados,
un eco lejano de tiempos pasados,
mas aún en el alma, como un verso dorado,
resuena aquel beso, tembloroso y sagrado.
