Cuando al cruzar tus ojos con los míos,
sentí temblar la tierra bajo el suelo,
como si un fuego extraño desde el cielo
llegara a despertar antiguos bríos.
Fue todo en un segundo, en desvaríos,
sin tiempo de pensar, sin rumbo o vuelo,
pues sólo aquel destello, cruel y bello,
bastó para romper mis desafíos.
¿Quién dijo que el amor pide permiso?
Se arroja sin razón y sin medida,
desata tempestades al nacer.
Y sin yo buscarlo, se hizo hechizo:
te encontré, y ya mi vida, dividida,
se rindió por completo a tu querer.