Pasajeras entelequias de cristal y de bruma,
vagan sobre las celosías de un sueño marchitado;
se enredan en sus hilos de silencio encantado,
tejiendo un laberinto que en la noche se suma.
Sus formas imprecisas son cánticos de espuma,
que se alzan cual espíritus del tiempo arrebatado;
mas su andar es efímero, su aliento evaporado,
y en sus sombras se pierde la eternidad que abruma.
La luna, silenciosa, las corona de plata,
mientras susurros viles se filtran en los muros,
hermanando sus vuelos con el sopor que mata.
Son fantasmas del alma, de anhelos tan oscuros,
que su danzar etéreo, que su fulgor que trata,
se disuelve en las luces de los albores puros.