Miro huellas del destino
de un alma solitaria,
cincelando en el camino
su destino y su plegaria.
En esas noches oscuras
cuando el silencio reinaba,
esa luz en lo alto brillaba,
y sus anhelos alumbraba.
Paso a paso, sin descanso,
persiguiendo el resplandor,
dejó marcas en la arena
de su sueño y su valor.
La estrella, faro constante,
guía en la oscuridad,
le susurraba secretos
de esperanza y libertad.
Y aunque el sendero fue arduo,
y la soledad pesada,
sus huellas, cual constelaciones,
trazaron una historia sagrada.
Pues en cada paso dado,
bajo el manto celestial,
forjaba su propio rumbo,
único y universal.