Himno al Domingo: Aurora del Alma
Oh, Domingo, divino clarín del alba,
de luz ornado, celestial jornada,
emanas del cielo tu paz sagrada,
reposo eterno, quietud que salva.
Se yergue el día cual himno ascendente,
como llama que busca el firmamento;
oh, tregua santa del dolor ardiente,
tu manto apaga la herida y el lamento.
De los labios del alba brota un suspiro,
y en cada brisa su murmullo eterno,
cantan los árboles su canto puro,
y ríe el río en su curso interno.
Tiemblan las sombras al beso del día,
que el sol, cual diáfana hostia bendita,
unge la tierra, que en su lejanía
parece un templo donde Dios habita.
Oh, Domingo, cumbre de la semana,
bálsamo dulce de la vida inquieta,
tu silencio es plegaria soberana,
y tu luz, la esperanza que nos reta.
En tu seno reposa la memoria,
de tiempos idos y días futuros;
eres eterno en la humana historia,
espejo fiel de los cielos puros.
Llena mi alma de tu melodía,
oh día santo, letanía en calma,
haz que mi espíritu, cual ave alada,
busque el refugio de tu excelsa palma.
Así, en tu lecho, mi ser reposa,
con fe erguida y mirada serena,
y mi corazón, como rosa que sueña,
exhala al cielo su fragancia hermosa.
Oh, Domingo, del alma el renacer,
guía al mortal al divino sendero,
y en tu fulgor de reposo sincero,
¡haznos de Dios el amor entender!
