Él hizo el eco gris de mi mirada,
el fuego azul que arde en tu silencio,
las doce en punto, el puerto y su desvelo,
y el adiós que murió en la madrugada.
Él hizo el vuelo audaz de las golondrinas,
el frío aquel que heló mi último intento,
y el miedo de esperarte en el tormento,
cuando era brisa entre las hojas finas.
Él hizo en mí gorriones que no cantan,
hojas que arden en un otoño eterno,
y pasos que se alejan de mi casa.
Hoy, mi verso es torpe, hijo del invierno,
perro que aúlla su miseria ingrata,
mientras la noche grita contra el Cielo.