Hablando de poesía. ¿Acaso entiende
Dios las palabras que a la tarde hieren?
Yo no sé por qué en sus ojos mueren
los días grises, mientras el alma aprende.
Decir la mar es ser su prisionero,
decir poesía es naufragar de nuevo.
Ella sopla en el hombre su destierro,
y en hojas arde su penar primero.
Cuando la rama cede ante la luna
y el mar se alza en furia desmedida,
la poesía se quiebra y queda a oscuras.
No busca luz ni pájaros la vida
de quien escribe. Solo va a la hondura,
a perseguir la muerte en su caída.