Guerras
Mientras los campos mueren bajo el sol abrasado,
y el hombre va sembrando su furia sin medida,
las bestias de la guerra, en su manto oxidado,
devoran sin piedad la flor recién nacida.
En fosas clandestinas se amontonan los cuerpos,
y el aire se envenena con un hedor amargo;
los ojos ya sin luz miran cielos inciertos,
y un silencio de tumba envuelve el pecho largo.
¡Oh Dios, donde te escondes! ¿Qué fuerza te detiene?
Los niños gimen solos, su sangre es oración,
mas sobre las ciudades la sombra se mantiene
con un ritmo feroz, sin perdón ni razón.
El hombre, arrodillado, aún forja su cadena,
buscando en las tinieblas el eco de tu voz.
Pero solo responde el trueno que resuena
y el pulso indiferente de un mundo sin dios.
