Geolocalización desactivada
He vivido en stories que ya no existen.
Mis casas son archivos comprimidos
en carpetas con nombre genérico:
“nuevo_comienzo_final_final2”.
La ciudad cambia más que yo.
Donde antes había un bar,
ahora hay un solar vacío
y el recuerdo de una conversación
que no debimos tener.
El mapa me pregunta si quiero
guardar esta ubicación como favorita.
Pero no hay nada aquí
que no pueda abandonar sin hacer ruido.
Mi madre dice que nunca termino de quedarme.
Yo le explico que hay afectos
que también caducan,
como las contraseñas.
He aprendido a hacer la maleta
en menos de diez minutos.
Solo guardo
una sudadera vieja,
el cargador del móvil
y el deseo de que esta vez
algo me eche raíces.
Desactivé la geolocalización
porque no quería que supieras
dónde encontrarme.
O peor:
que no te importara.
