En el silencio temprano,
cuando despierta la aurora,
se abre el cielo y se desdora
el horizonte lejano.
Un rayo cruza la mano
del viento que lo recibe,
y en la sombra que percibe
nace un fulgor cuasi humano.
La brisa juega en la piel,
el rocío besa el suelo,
y en su vaivén, sin consuelo,
se vuelve canción de miel.
La noche cierra su fiel
abrazo de calma y sombra,
y el día, en su luz asombra,
como un murmullo de aquel.
Camina el sol por los campos,
despierta el verde en la brisa,
y en cada hoja se avisa
un rumor entre los lampos.
Se desvanecen los trapos
de las nubes vagabundas,
y en las praderas fecundas
en tierra de sueños los tapo.