En un bosque frondoso, un día,
una Zorra astuta se encontró,
con un viejo Reloj, que en la vía,
perdido estaba, y que nadie lo vio.
“¿Qué haces aquí, viejo artefacto,
con tus manecillas paradas en el tiempo?”
preguntó la Zorra, con tono de pacto,
“¿Acaso no sabes que el tiempo es un viento?”
El Reloj, con voz de eco y de pena,
respondió a la Zorra con calma y con fe:
“Soy testigo del día y la escena,
pero el tiempo avanza, no se queda en mí.”
La Zorra, curiosa, quiso saber,
cómo un objeto podía hablar así.
“¿No te pesa el tiempo, no te hace correr?
¿No temes que un día dejes de existir?”
El Reloj sonrió, con un brillo en su esfera,
“El tiempo es un río que no se detiene,
mas en cada momento, mi esencia se aferra,
pues incluso parado, mi valor no se envenene.”
Y la Zorra, con su astucia, aprendió,
que el tiempo no es solo lo que se ve,
sino el eco de instantes, de lo que se vivió,
y aunque no avance, su esencia es ley.
Moraleja:
No midas el tiempo solo por su andar,
cada instante cuenta, te puede enseñar.