Extrañarte es abrir las ventanas al viento,
sintiendo que la brisa trae un eco perdido,
un murmullo que sabe a tu risa lejana,
a tu voz escondida entre la niebla del olvido.
Es buscarte en las esquinas donde nunca estuviste,
en los silencios que dejaste sembrados al partir.
Es caminar las calles con los bolsillos vacíos,
como si en cada paso pudieras volver a mí.
Es encontrar tu sombra en las cosas más simples:
en la taza de café que aún espera tus labios,
en los libros que leen tu ausencia entre líneas,
en la luna que brilla, pero ya sin milagros.
Es escribirte sin letras, con gestos dispersos,
dibujando en el aire tu nombre invisible,
como quien lanza al mar botellas sin puerto,
esperando que un día regreses posible.
Extrañarte es saber que el tiempo no entiende,
que hay distancias que el reloj nunca sana,
y que aun si el olvido llegara temprano,
en mi pecho, tu ausencia se queda, anciana.