En un rincón humilde surgió su arte eterno,
la voz que alzó a los cielos un llanto musical;
morocho del suburbio, destino tan moderno,
que hizo del tango vida, su himno universal.
Su canto, ave sagrada que en vuelo nos abraza,
tejió con hilos de oro los sueños del arrabal;
su rostro, como un astro que nunca se desplaza,
es faro en la penumbra de un mundo sin igual.
El eco de su gloria resuena entre las sombras,
y vibra en los portales que guarda la ciudad;
Gardel, tu ser habita las notas más profundas,
y el tiempo, en su derrota, te nombra en soledad.
Oh zorzal inmarchito, memoria inquebrantable,
del Abasto a los mares, perenne en el fulgor;
tu leyenda se alza, radiante, inagotable,
custodiando en el aire la magia de tu amor.