Me lancé a tu alma sin salvavidas,
con el peso de mis miedos a cuestas,
y aún así, en tus ojos,
hallé la luz que todo apuesta.
Fui la sombra de mis dudas,
el eco de un “quizás” tembloroso,
pero tu risa, audaz y pura,
rompió mi mundo silencioso.
¿Qué es el amor sino un salto,
un abismo dulce y ciego?
Te elegí con la locura
de quien nunca mira el suelo.
Tus caricias son mi norte,
tu latido mi verdad,
y en la piel guardo las huellas
de nuestra hermosa temeridad.
Nos quisimos sin preguntas,
sin respuestas, sin temor,
y aunque el mundo nos advierta,
somos pura insensatez y amor.