Ante el fragor del vino te creces,
con su abrazo te sientes inmenso,
los sentidos en un dulce ascenso,
y el alma en sus sueños perece.
Susurras verdades, no enreveses,
hasta que el vino se acaba,
y la mente en su calma se lava,
volviendo a la razón, con destreza.
Mas recuerda esta simple certeza:
el vino es efímero, y tú te elevas.
Cada sorbo una historia te cuenta,
de aventuras y amores perdidos,
de momentos que fueron vividos,
y en la copa la mente se ausenta.
En la fiesta la risa se aumenta,
las palabras son dulces caricias,
el dolor se convierte en delicias,
más el tiempo se escapa en un vuelo.
Cuando el vino se va, queda el duelo,
de saber que son breves las dichas.
La botella vacía es testigo,
de una noche cargada de sueños,
donde el alma se aleja de dueños,
y en la danza se encuentra el abrigo.
Pero el alba con su fiel castigo,
nos devuelve a la vida real,
donde el vino ya no es un caudal,
y el futuro se muestra sincero.
Mas en cada recuerdo primero,
ese vino será el pedestal.
Guarda siempre en tu pecho la llama,
de momentos que el vino encendió,
pues aunque su fragor se extinguió,
queda el eco de aquella proclama.
Y aunque el tiempo con su furia llama,
a olvidar lo que el vino te dijo,
en la mente se guarda el prodigio,
de sentirte gigante y eterno.
Que en el vino se esconde el invierno,
y en tus sueños, el fiel acertijo.
El vino es un amigo leal,
que en la noche te ofrece su mano,
con su danza te lleva a lo lejano,
donde el mundo se vuelve ideal.
Pero al fin, cuando llega el final,
te despiertas con un nuevo día,
y la copa vacía te decía,
que la fiesta fue solo un instante.
En el corazón queda el encante,
de saber que viviste poesía.
En el fondo de cada botella,
hay historias que el vino te cuenta,
de alegrías y penas que aumenta,
y en su abrazo la mente se sella.
Pero cuando la noche se aquella,
y el vino ya no es tu compañero,
queda el recuerdo de aquel sendero,
donde el alma se sintió estrella!