Ensoñación Peregrina!
Anoche, en mi letargo, soñé que me hallaba
En un edén delicioso, en un mundo ideal;
Allí no existía el pesar ni la amargura,
Allí no había el llanto, la angustia o el mal.
Todo era armonía, belleza y ternura,
Todo era ventura, consuelo y placer;
Las flores perfumadas mecíanse dulzuras,
Y las aves cantaban con célico ser.
Un trono de diamantes, do un sol claro,
Con rayo de gloria sus sienes ceñía,
Alzábase majestuoso, cual nítido faro
Que espléndido brillaba y todo relucía.
Y yo, removido por oscuro empeño,
Quise aproximarme a ese trono inmortal;
Mas, ¡ay!, que al despertar, lo hallé que era un sueño,
Que todo era ilusión, quimera espectral.
¡Ay, sueño encantado, visión peregrina,
Que en delicia sin par me hiciste gozar!
¡Ojalá que al morir volviera a esa esquina,
Y pudiera contigo por siempre soñar!
Pues solo en tus alas, ¡oh sueño querido!,
Encuentro yo alivio a mi eterno penar;
Tú eres la antorcha que alumbra mi nido,
¡Tú eres mi único bien, mi único hogar!
