Bajo el dosel de un cielo provinciano,
donde la tarde huele a misa y nardo,
mi alma se sienta en el poyo del recuerdo,
a recitar letanías a lo lejano.
Oh patria mía, virgen en hilván,
bordada en rezos y papel picado,
tu sombra me llega con voz de campana,
con polvo de callejón enamorado.
Mi corazón, tamboresco y barroco,
late entre milagros y devocionarios,
como una novena que se reza en secreto
con labios partidos por tantos rosarios.
Y tú, doncella de trenzas y jacales,
de mirada quieta y fe catequista,
eres la estampa de mi amor más casto,
la que en cada verso mi pluma conquista.