En la bruma del sendero,
donde el sauce inclina el alma,
va la sombra de un viajero,
con su paso lento y calma.
Cruje el viento entre las hojas,
como un canto de los días,
son sus voces tan remotas,
como dulces melodías.
Fue en la infancia, dulce y clara,
cuando el río hablaba al niño,
y en las noches de alborada
le arrullaba su cariño.
Hoy la senda está gastada,
y el otoño va cubriendo
las memorias ya olvidadas,
y los sueños que fueron viento.
Pero el bosque aún murmura,
con su canto sin edad,
y en el alma se asegura
que jamás se irá en verdad.