En torre de marfil, la pluma su cetro,
el poeta, un ermitaño de letras,
teje versos de tinta, un universo
donde la soledad encuentra su belleza.
Su musa, la noche, con manto estrellado,
le susurra secretos al oído,
mientras la luna, testigo silencioso,
ve nacer poemas en la quietud del nido.
El eco de sus palabras, un susurro,
se pierde en el viento, un grito contenido,
pero en cada verso, un alma se desvela,
un mundo de emociones, puro y sincero.
Su soledad, un jardín de inspiración,
donde las flores de la poesía florecen,
y aunque el mundo lo ignore, su canción
en la eternidad de los versos sobrevive.