El joven poeta, con torpe plumilla,
declama verdades que el aire murmura.
Jura que el viento, con furia y cuchilla,
erosiona la tierra con lenta ternura.
Observa la roca, la arena, la grieta,
las huellas del tiempo talladas al paso.
“Es viento”, proclama con voz de profeta,
“quien roba la piedra, quien borra el ocaso”.
Ríen los sabios, los viejos doctores,
con sus argumentos de ciencia y razón.
Pero él, insurgente de sueños y amores,
desafía la norma con su corazón.
Y el viento le escucha, le besa la frente,
susurra su rima, su ardiente certeza.
Pues sabe que él, testarudo y valiente,
será con los años quien deje una huella.