El desorden de la memoria
La memoria no es un cofre,
no es un libro con páginas numeradas,
es un río que olvida su cauce,
un laberinto sin centro ni salida.
No es suma ni cuenta exacta,
es un remolino de sombras y luces,
una calle que lleva a mil puertas
y ninguna nos dice la verdad.
Recordamos como sueñan los árboles,
como canta el viento en las ruinas,
un eco, un perfume, un roce,
y todo cambia de forma al tocarlo.
El ayer no es lo que fue,
sino lo que el presente inventa,
un rostro que nunca se borra,
pero que ya no es el mismo.
La memoria es un desorden hermoso,
un torbellino de posibilidades,
una brisa que mueve los días
y nos hace vivirlos de nuevo,
aunque nunca de la misma manera.
«La memoria del hombre no es una suma; es un desorden de posibilidades indefinidas»
La memoria es uno de los temas más reiterados en la obra de Borges. La fugacidad del tiempo, los recuerdos y la memoria son la base del cuento El Aleph, quizás el cuento más recordado por sus lectores. Sin embargo, en el texto La memoria de Shakespeare, el escritor nos da la clave para entender cómo retrata la memoria en su obra: no es un conjunto de momentos, sino que conforma posibilidades prácticamente infinitas. Cuando recordamos, reconstruimos posibilidades infinitas, según Borges.
