En la cima del mundo, el orgullo se alza,
con alas de bronce y mirada de fuego,
creyendo que todo le pertenece,
ciegos al eco de su propio deseo.
Se viste de gloria, reluce en la cima,
susurra a los vientos, se burla del tiempo,
pero en su esplendor, la sombra se asoma,
y el eco del viento trae un lamento.
Las raíces del suelo, profundas y sabias,
sostienen la tierra que él ignora,
y en cada paso firme, un tropiezo acecha,
la caída es un ciclo que siempre se atora.
De la cima al abismo, el orgullo se desploma,
construyendo castillos de arena y de niebla.
Y cuando el silencio envuelve la gloria,
el corazón aprende que el amor es la entrega.
Así gira la rueda, del orgullo a la humildad,
reconociendo en el suelo el valor de la verdad.
En el ciclo eterno, el alma se eleva,
y en la fragilidad, la grandeza se encuentra.