Cuando ese haz de vida al mundo llega,
Todo parece iluminarse y brillar,
Pues su presencia pura, sin mancha, riega
Un sendero de gozo que nos ha de guiar.
Ese rostro sereno, cual lirio nevado,
Nos mira con ojos de inmaculada luz,
Revelando un tesoro tan bien custodiado,
Que nos llena de asombro y nos eleva a lo Sumo.
Frágil como un suspiro, fuerte cual roca,
Esta nueva existencia nos deslumbra y conmueve,
Pues en ella se gesta la esperanza que invoca
Un mundo más justo, más puro y más leve.
Bendigamos con júbilo este blasón de pureza,
Que nos recuerda el valor de la sencilla belleza.