La poesía es un faro que al mundo da sentido,
un equilibrio puro de lo bello y lo real,
armoniza el misterio con un verbo encendido,
y encierra en su estructura lo eterno y lo cabal.
Es ética y esteta, un cristal de lo humano,
un puente hacia la vida, un juicio universal,
su canto esclarecido en el pulso más arcano
razona lo intangible con rigor esencial.
De cada verso brota la verdad contenida,
un espejo que ajusta lo incierto y lo vital,
es guía del espíritu, maestra esclarecida,
que encuentra en lo pequeño su visión colosal.
Su ritmo organiza lo que el caos disemina,
su imagen modela lo inexacto y lo fugaz,
es cifra del asombro que en la mente germina,
la forma que rescata lo justo y lo veraz.
Y la poesía nos transforma el destino,
nos da una voz armónica en su lógica ideal,
y al mundo lo resuelve con un arte divino,
la ética del verbo, su orden celestial.