La luz despierta el alma del instante,
modela en su fulgor formas calladas,
y en sombras que se tornan reflejadas,
la vida se renueva, palpitante.
El cuadro es más que huella de un amante,
es llama en mil matices trasladadas,
la pausa que detiene las jornadas
y el eco de un silencio resonante.
No hay voz que explique el gesto detenido,
ni línea que contenga su latido,
pues todo fluye en su quietud serena.
El arte, en su misterio contenido,
revela lo invisible, lo escondido:
un mundo que en la luz se encadena.