En la ciudad de acero y concreto,
donde el sol se filtra entre edificios altos,
el murmullo de la gente, en secreto,
narra historias de sueños y de esfuerzos añejos.
Las calles, ríos de asfalto y luces,
llevan en su fluir el pulso de la vida,
y el eco de las voces, cual dulces músicas,
resuena en cada esquina, en cada herida.
Los parques, islas de verde en el gris,
ofrecen un refugio al alma cansada,
y el canto de los niños, con risa feliz,
dibuja en el aire una melodía sagrada.
Las noches, con su manto de estrellas escondidas,
se iluminan con luces de neón y esperanza,
y el susurro del viento, entre luces y vidas,
suspira secretos de amor y de añoranza.
Oh, ciudad de mis sueños, de torres y de calles,
tu ritmo frenético es mi latido constante,
y en cada rincón, en cada detalle,
encuentro un pedazo de mi alma errante.
Que nunca se apague la llama de tu esencia,
ciudad querida, de historia y de pasión;
siempre en mi pecho llevaré tu presencia,
tú, mi hogar, mi amor, mi eterna canción.