En tus ojos, un mar calmante,
se refleja mi tierno ardor,
tus labios, néctar embriagante,
me endulzan el alma en prisión.
Tu cuerpo, un templo sagrado,
donde habita mi pasión,
tus caricias, un canto alado,
elevan mi alma al cielo.
En tus brazos, mi único anhelo,
pierdo el miedo y la razón,
porque eres mi cielo y mi suelo,
mi dulce y eterno amor.