Yo, el viejo Duarte, gaucho e indio bravo,
Hoy les dejo mi testamento y mi legado.
Escuchen bien, pues, lo que les relato,
Que son palabras de un hombre curtido en el llano.
Les dejo mi poncho, raído pero honrado,
Que me abrigó en las noches del descampado.
Mi facón, fiel compañero en mil lances,
Pa’ que lo usen con honor, no en malos trances.
A mi pingo, el Relámpago, déjenlo libre,
Que corra por la pampa como el viento silvestre.
Mis boleadoras, que tantas presas cazaron,
Las heredo al más diestro de mis muchachos.
El mate amargo y la bombilla de plata,
Pa’ que recuerden las charlas junto a la fogata.
Mi guitarra, compañera de payadas y tristezas,
Que siga cantando historias de esta tierra nuestra.
Les dejo mi orgullo de gaucho y de indio,
La sangre rebelde que corre por estos lares.
Mi palabra firme, mi mirada altiva,
Y el amor por esta tierra que me vio nacer y morir.
Que mis cenizas las esparzan en el campo,
Donde el ombú da sombra y el tero alza su canto.
Y si alguna vez me quieren recordar,
Miren al horizonte, allí me han de encontrar.
Este es mi testamento, mi última voluntad,
De Duarte, el gaucho indio, que ya se va a marchar.
Cuiden lo que les dejo, más allá de lo material,
El espíritu libre del gaucho, eso es lo principal.