En la senda de los sueños,
donde el alma es fuego ardiente,
se elevan versos pequeños
como un sol resplandeciente.
Brilla el alba en su fulgor,
canta el viento su poesía,
y en los labios del amor
nace el eco de alegría.
Luz dorada y sideral,
cual divina llamarada,
es su beso celestial
una aurora despejada.
Fulgor místico y eterno,
que al espíritu enamora,
enciende un fuego interno
que ni el tiempo lo devora.