De una unción extrema a una extrema unción
La Muerte, muy astuta,
con sotana y gran sermón,
llegó con su risa bruta
a dar la extrema unción.
El enfermo la miraba,
ya sintiendo su final,
y la Muerte, que esperaba,
le dijo: “Ya es oficial.”
Con aceite y bendiciones,
ella fingió ser de altar,
mientras en sus intenciones
ya lo iba a sepultar.
“De esta no te escapas,
por más rezos o oración,
tu viaje ya lo atas,
es hora de tu misión.”
Así, entre rezos y velas,
lo llevó al camposanto,
y entre risas y ciruelas
se fue cantando su canto.