Cuando Chacalon canta, la noche tiembla,
las estrellas despiertan su luz más intensa,
y los cerros, altivos, bajan humildes,
como si la tierra se rindiera a su esencia.
La voz del pueblo vibra en su garganta,
es llanto y lucha, dolor que se canta,
es risa y júbilo, es carne y es manto,
la vida desnuda en cada quebranto.
Sus notas son flechas que cruzan el viento,
pintan las lomas de viejos recuerdos,
y en cada esquina, la gente lo aclama,
como un profeta que al barrio proclama.
El polvo del suelo se alza en su canto,
y el corazón humilde late más alto.
Los balcones lloran su melodía,
y las calles vibran de pura alegría.
Cuando Chacalon canta, el mundo se para,
los cerros bajan, la gente se abraza.
Es un himno eterno que nunca se apaga,
un eco del alma que siempre nos llama.