Coplas de la caña y el trapiche
La caña por ser caña
también tiene su dolor:
la meten al trapiche,
le parten el corazón.
El campo llora en silencio,
la caña su voz levanta,
susurra en dulce lamento
la pena que la quebranta.
El sol besa las hojas,
su brillo las acaricia,
y al caer la tarde,
la luna le hace justicia.
El viento lleva su canto
a las colinas lejanas,
donde los sueños florecen
como estrellas tempranas.
La lluvia cae despacio,
sus lágrimas dan consuelo,
y en el suelo fértil brotan
nuevos brotes hacia el cielo.
El cañaveral susurra
secretos de sus raíces,
historias de tiempos viejos
y de esperanzas felices.
Así la caña renace,
pese a su hondo dolor,
y en cada verde renuevo
encuentra su redentor.
